En 1455 Carvajal fue enviado por el papa Calixto III a Hungría para predicar una cruzada contra los turcos y fue durante seis años el alma de la primera resistencia efectiva a los conquistadores otomanos de Constantinopla (1453).
Mientras que el cardenal Bessarion buscaba en Alemania algo más que brillantes promesas, Juan de Carvajal continuaba su trabajo en Hungría hasta su abandono en 1461 por notarse «viejo y débil».
Con todos sus viajes, Carvajal adquirió fama de ser un hombre piadoso y decente, cosa rara en la época.
[4] «Este legado pontificio —escribía el rey de Hungría— corresponde en gran manera a lo que nosotros necesitamos».
«Pars hæc vitæ ultima Christo neganda non est» [No debo rechazar a Cristo esta última parte de mi vida] fueron las palabras con las que él mismo se ofreció al papa Pio II para encabezar la ayuda a la diminuta república cristiana de Ragusa en graves aprietos con los asedios turcos de 1464.