[2][3] Los acompañantes más cercanos al rey, su trinchante (camarero) Antonio Ferriol y su mozo de espuelas Alonso de Hoyos,[4] se abalanzaron sobre Cañamares, reduciéndole y apuñalándole tres veces con los cuchillos que llevaban al cinto con intención de matarle, pero el rey les contuvo con la esperanza de poder averiguar si el agresor formaba parte de una conspiración.
La herida, aunque sangraba abundantemente, no pareció ser de gravedad en un primer momento: los cirujanos hallaron rota la clavícula, retirando parte del hueso astillado, limpiándola del pelo que había entrado en ella y cerrándola con siete puntos de sutura.
[5] Posteriormente, el día 14, el rey recayó con fiebre alta que hizo temer por su vida, restableciéndose completamente a finales de año.
Tras el atentado la confusión se extendió por la ciudad: en un primer momento se barajó la teoría de que el agresor fuera moro[6] o de que el ataque hubiera sido dirigido contra otro miembro de la comitiva real, alcanzando al rey accidentalmente.
Las informaciones que circularon sobre la muerte del rey agravaron todavía más el desorden: la población, armada, tomó las calles clamando venganza contra el autor del ataque, a quien distintos rumores suponían catalán, navarro, francés o castellano,[8] hasta confluir frente al palacio, donde el rey convaleciente hubo de asomarse a la ventana para desmentir su propia muerte y tranquilizar a la muchedumbre.