La existencia del Sexto Estado todavía se prolongó hasta el 8 de mayo de 1849, cuando el general Guzmán fue a entrevistarse con representantes del presidente Paredes a la Antigua Guatemala, momento que fue aprovechado por Rafael Carrera para tomar Quetzaltenango y quedarse en la plaza; para entonces, Carrera ya contaba con el apoyo militar del Corregidor de Suchitepéquez, José Víctor Zavala.[5] Al saber la noticia, y al enterarse del masivo apoyo de las diferentes etnias indígenas al general Carrera, el presidente Mariano Paredes, tras mucho deliberar con liberales y conservadores, finalmente siguió el consejo del conservador Luis Batres Juarros, quien le hizo ver que combatir a Carrera era abrir un frente en el occidente del país, y dispuso revocar la pena de muerte sobre Carrera y nombrarlo comandante general de las Armas, con autorización para atender a la pacificación de los pueblos conmovidos en el oriente del país, y para dirigir las operaciones militares de la manera que lo creyere conveniente.Ante este decreto, los principales líderes liberales huyeron hacia El Salvador, donde les dio asilo el presidente Doroteo Vasconcelos.Salud, señores.» Todos comprendieron el sentido de aquel sueño, pero continuaron con la misma cordialidad que reinaba en el banquete.García Granados, naturalmente, no se dio por entendido; pero, al siguiente día, don Luis Batres Juarros, que era mentor de Carrera, fue a ver a su hermano político don Miguel que estaba todavía en la cama, como acostumbraba, hasta las doce del día — y le dijo: Dos semanas después ya estaba García Granados, junto con su esposa, en camino hacia París.[10] En 1854, fue uno de los firmantes del acta que declaró presidente vitalicio al general Rafael Carrera.[3] Al morir asesinado Paredes el coronel Zavala quedó como primer jefe de las tropas guatemaltecas en Nicaragua.[12] Para ejecutar el movimiento de tropas se utilizó la goleta «Ascensión» y el bergantín «Italia», este último que adquirió el gobierno guatemalteco y llamó «Santiago» en honor al santo patrono de Guatemala.[14] Durante el conflicto entró en discordia con el comandante general de los aliados, el salvadoreño Ramón Belloso.[11] Terminada la contienda retornó a su país y seis años más tarde tomó parte en una expedición contra El Salvador.Dueño de una regular inteligencia, pulcro en el vestido, gracioso en el decir, afable con todos, pasaba en sociedad por un caballero perfecto.He aquí como relata la elección el escritor y propagandista liberal Ramón A. Salazar: Zavala, era uno de estos seres privilegiados.En las calles cercanas al edificio de la Representación Nacional se halla- ban estacionados algunos batallones, que mudos y sombríos descansaban sobre sus armas.La gendarmería, formada en fila en el interior del edificio al mando de su Jefe el sicario Jerez, un nicaragüense rechoncho, de cara avinagrada á quien no había más que azuzar, para que se echara contra los liberales.A las pocas semanas se alzó el Mariscal Serapio Cruz, con lo que se inició la revolución en Guatemala, que culminó con la victoria de las fuerzas liberales al mando de Miguel García Granados y Justo Rufino Barrios en 1871.
Facsímil del acta en que se declara presidente vitalicio al general Rafael Carrera. Zavala fue uno de los firmantes.
[
b
]
Retrato de Zavala a mediados de la década de 1860.
William Walker
, filibustero estadounidense. Grabado de
Appleton's.
Casa de
William Walker
en Granada. El 12 de octubre de 1856, durante el sitio de la ciudad, Zavala capturó la bandera filibustera bajo intenso fuego cruzado y regresó a su trinchera gritando: ¡Veis! ¡Las balas filibusteras no matan!.
[
11
]
El capitán general Rafael Carrera junto con el Mariscal José Víctor Zavala. (Circa. 186o)