Entregado su padre a los menesteres comerciales e industriales con miembros de su familia, el pequeño José Patricio es llevado a Villarrica del Espíritu Santo, en donde recogerá más tarde los persuasivos registros oratorios – que lo hicieron célebre – característica bien que evidente de aquella histórica región.
En 1910 se gradúa de doctor en derecho y ciencias sociales, pero su inclinación no sería ya profesional sino política.
Fue el primer presidente electo democráticamente con libre participación política en la historia del Paraguay, derrotando al candidato la Asociación Nacional Republicana, don Eduardo Fleitas.
En el Gobierno, estuvo secundado por el vicepresidente Emiliano González Navero y su Gabinete lo integraron: Eligio Ayala, Rodolfo González y Justo Pastor Benítez, en el Ministerio de Hacienda; Belisario Rivarola, Luis De Gásperi, Justo Pastor Benítez y Víctor Abente Haedo, en Interior; Rodolfo González, Eladio Velásquez, Justo Pastor Prieto, Justo Pastor Benítez y Alejandro Arce, en Justicia, Culto e Instrucción Pública; Eliseo Da Rosa, Manlio Schenoni y Raúl Casal-Ribeiro, en Guerra y Marina; Gerónimo Zubizarreta e Higinio Arbo, en Relaciones Exterior En 1928 se constituye, con escaso suceso, a pesar de las circunstancias, el Congreso Nacional de Defensa; en 1929 es creado, tras arduos debates, el Arzobispado (que no intentaba ser más que una expresión autonómica), siendo nombrado Juan Sinforiano Bogarín.
La educación, tanto civil como militar, tampoco ha sido descuidada; en 1929 se sanciona la Ley 1.048 de Reforma Universitaria, que venía remolcándose desde 1926.
Los estudiantes manifestaron que ya no podrían suspender la marcha, que se iniciaría a las 16 horas, y para la cual se contaba con el permiso policial concedido el día antes.
El Centro de Estudiantes decidió entonces llegar hasta el Colegio Militar, actual Congreso de la Nación, donde plantaron una bandera y los jóvenes oradores fueron expresando su protesta por la ocupación boliviana del Chaco.
Fueron echados del lugar donde se formaban los soldados que debían defender el Chaco.
Abandonaron el lugar y fueron hasta la residencia del mayor Rafael Franco, quien salió a la puerta y les dijo que “compartía sus inquietudes, pero que estaba en situación de retiro”.
La masa estudiantil fue entonces hasta el domicilio del presidente Guggiari, donde fueron reprimidos por la Policía.
Reunidos nuevamente en asamblea, decidieron “hacerse escuchar por el presidente de la República”.
La manifestación llegó frente al Palacio de Gobierno a media mañana.
Ante el pánico de los estudiantes, hubo un cuerpo a tierra generalizado y una huida en la que muchos cayeron fusilados por la espalda.
Sus hijos le acompañaron en el destierro, especialmente María Stella, quien fuera enfermera en la guerra del Chaco, y que residía en Rosario, de la República Argentina.
En Buenos Aires, a pesar del destierro, la tristeza y nostalgia, él estaba rodeado permanentemente de sus compatriotas, de la gran colectividad paraguaya, y también allí era el ídolo indiscutible de esa gente y sin olvidar a los argentinos que también se prodigaban para que José P., se sienta como en su propio país.
Vuelve al destierro durante la presidencia del General Higinio Morínigo, en septiembre de 1940.
Nunca hubo una multitud comparable, superando en cantidad, a las visitas años después de dos líderes americanos: Juan Domingo Perón y Getulio Vargas.