A los 25 años de edad comenzó su agitada vida política en el Parlamento y en la prensa donde muy pronto adquirió prestigio por sus agudos dotes de polemista.
Estallada la guerra con Bolivia, el presidente Eusebio Ayala le confió la cartera de Relaciones Exteriores: en 1934, por discrepancias con el presidente Eusebio Ayala, fue designado ministro de Paraguay en Río de Janeiro, ciudad en la que encontraría refugio en la caída del gobierno liberal en 1936.
Decía Alfredo Seiferheld que quedó el estigma como la faceta más oscura del literato de prosa fácil y de sentir profundo.
Muerto Estigarribia en un accidente aéreo, Benítez conoció la prisión de Peña Hermosa y el exilio en el Brasil.
Su conducta honesta le permitió afrontar a sus detractores políticos, con la conciencia de haber llegado al fin de su vida con la misma humildad que lo distinguió en todas sus acciones públicas y privadas.