En 1926 fue aprobada la Ley Calles, cuyo objetivo era controlar y limitar el culto religioso en México, afectando principalmente a la Iglesia católica.
Ese mismo año fue reformada la constitución de México para permitir la reelección presidencial en periodos no consecutivos.
[1] José de León Toral y la Madre Conchita fueron juzgados durante los siguientes meses, siendo fiscal acusador el Licenciado Ezequiel Padilla Peñaloza.
Demetrio Sodi, abogado defensor, declaró en el juicio las palabras de Toral, que lo implican como asesino solitario: "yo descargué la pistola, no supe cómo hacían presión mis dedos sobre el gatillo; las detonaciones llegaban a mis oídos como ecos lejanos de ruido que se pierde"; después, me dice León Toral: "se me dieron golpes, golpes rudos; tal vez yo los percibía como si fuesen golpes dados con una almohada; así eran de suaves para mi cuerpo.
[cita requerida] Obregón tenía muchos enemigos políticos, por lo que el atentado les dio la oportunidad de eliminarlo y echarle toda la culpa a Toral, aunque participaron más personas.
Su muerte permitió a Calles consolidar su poder, al extender su dominio durante un sexenio, en lo que se llamó el Maximato.