Harto delicado de salud, tuvo que volver a Francia, le aconsejaron los médicos que renunciase a seguir peleando, pero apenas pudo montar a caballo, se presentó otra vez al general Dorregaray, a cuyas inmediatas órdenes se distinguió notablemente en la batalla de Abárzuza, por la que se le concedió la Cruz de Carlos III, la cual rehusó fundándose en que era recompensa propia de paisanos y no de militares como él.
Pero tu conducta ha ido, si es posible, más allá aun que mis esperanzas.
Lo que tu modestia te induce á callarme hánmelo dicho adversarios y amigos.
Te doy las gracias por el honor con que nos has representado.
A ellos también te encargo de hacer llegar las gracias que del fondo del corazón les envío; gracias por su piadoso tributo á la memoria de Margarita, y gracias por los consuelos que han procurado á nuestros soldados.