Bien apadrinado llegó a la corte donde logra enamorar a la hermana del marido de la reina y consigue casarse con ella en secreto.
Este hecho hace que su esposa pierda la dignidad de infanta de España y ambos sean desterrados.
El éxito de la revuelta le lleva a convertirse en diputado por Valladolid.
En 1856 vuelve al exilio con el general Prim y otros políticos liberales, tales como Sagasta.
Volvió a su Cuba natal donde fue defensor del abolicionismo y como senador de la Universidad de La Habana,[1] impulsa la construcción de un gran edificio para dicha entidad.