Se especializó en grabado de medallas y monedas.
[2] Para ello colaboró con el calígrafo Francisco Javier de Santiago Palomares.
Se ocupó de estas funciones hasta su fallecimiento.
Solo un año después Arias había perdido la razón y los tres restantes dirigieron duros memoriales contra Gil a Antonio Ponz, secretario de la Academia de San Fernando.
En 1791 la Academia obtuvo un local propio, en lo que había sido el hospital del Amor de Dios.