También participó en la Guerra del Rosellón entre España y Francia.
Se caracterizó por aprovecharse de su situación para enriquecerse.
Cuando le fue otorgado el puesto, llegó de España con un séquito de 25 personas, trayendo diferentes artículos exentos de impuestos debido a su cargo como Virrey, y que vendió obteniendo ganancias extraordinarias.
Los realistas, que veían en estos movimientos del virrey la ambición a su propia coronación en la Nueva España, decidieron aprehenderlo.
Como haya sido, los miembros del Ayuntamiento de México estaban a favor del autogobierno de la Nueva España, por lo menos hasta que se restituyera el trono a Fernando VII en la metrópoli.