[8]: 4–5 Contrario a la opinión de Hervella Vázquez, Yzquierdo Perrín y González García, Jesús Urrea Fernández considera que la talla debe ser descartada como obra de Carmona del mismo modo que la Virgen del Rosario venerada en la Iglesia de San Pedro de Limpias (Cantabria), en su momento adjudicada al escultor por Juan José Martín González y Julio Juan Polo Sánchez, postura que también comparte María Concepción García Gainza.
[1]: 101 Inicialmente estaba proyectada la construcción en esta parte de un pequeño recinto circunvalado, destinado a atrio o claustro, que se iba a extender un poco más allá de la cabecera; este espacio recibía el nombre del santo patrón de la seo, San Martín, y en él fueron sepultados numerosos prebendados, varios de los cuales contaban con monumentos o sarcófagos, albergando el resto simples lápidas con inscripciones.
Las obras comenzaron en 1620, año en que fueron demolidas las capillas absidales menores, dedicadas la del norte a los santos Facundo y Primitivo (anteriormente al papa San Eleuterio) y la del sur a Santa Eufemia, la cual fungía como parroquia y fue en consecuencia trasladada a la Capilla de San Juan,[nota 2] si bien las reliquias de la mártir permanecieron en el sarcófago original, situado en el paramento exterior sur de la capilla mayor, frente a la sacristía, mientras que las reliquias de los santos Facundo y Primitivo se dejaron en los lucillos correspondientes: uno en lo alto del muro situado junto a la puerta lateral norte de la capilla mayor y el otro en el paramento exterior sur de la Capilla del Santo Cristo (los restos de los tres mártires serían trasladados el 23 de junio de 1720 a su emplazamiento actual por disposición del obispo Juan Muñoz de la Cueva).
Sin embargo, la intromisión del corregidor de Orense en los asuntos y herencia de Sotelo y Novoa dio lugar a un pleito en el cual la Real Audiencia falló a favor del cabildo, lo que permitió la venta en 1633 de sus bienes en pública subasta.
[1]: 127 La imagen, de bulto redondo y tamaño inferior al natural, representa a la Inmaculada con rostro juvenil, cabello largo y suelto, la cabeza circundada por doce estrellas en alusión a las doce tribus de Israel, la mano derecha ligeramente apoyada sobre el pecho y el brazo izquierdo extendido hacia fuera en un claro gesto retórico, con la mano abierta de forma dispensadora.
En lo relativo a la indumentaria, de pliegues grandes y holgados, esta imagen muestra fidelidad a los tradicionales colores marianos, portando la Virgen una túnica blanca ajustada con un ceñidor carmesí y un manto azul con estrellas, todo ello enriquecido con estampación dorada y dotado de gran movimiento.
[16] El retablo que alberga la talla es de un cuerpo y una calle con ático.
En lo tocante al atuendo, viste hábito talar negro con manto o cogulla y capuchón del mismo color, prendas propias de los monjes antonianos, siendo típico en Galicia que a los pies del santo aparezca un cerdito con una campanilla colgada del cuello.