Indulgencia

La doctrina protestante no la acepta por considerar que carece de fundamento bíblico.Puede ser concedida por el papa, los obispos y los cardenales, a quienes, por ejemplo, recen determinada oración, visiten determinado santuario, utilicen ciertos objetos de culto, realicen ciertos peregrinajes, o cumplan con otros rituales específicos.Aunque se trata de un concepto teológico secundario, las indulgencias desempeñaron en su momento un papel central en la historia del cristianismo.No confiere ninguna inmunidad con respecto a posibles tentaciones ni elimina la posibilidad de subsecuentes caídas en el pecado.[3]​ Posteriormente, surgieron prácticas tendentes a reducir el rigor de dicha pena para facilitar el reingreso en la comunidad a miembros que habían cometido apostasía en razón de persecuciones: los llamados lapsi ('los caídos, los que han tropezado').Si el futuro mártir estaba de acuerdo, le otorgaba una carta denominada libellum pacis, para que en virtud del sacrificio que iba a tener lugar, el obispo redujese por razones piadosas la pena del requirente.En el siglo XI aparecen por primera vez las indulgencias generales por la remisión de penas temporales otorgadas por el papa o los obispos para cualquier persona que realizase una obra meritoria, tales como la visita de un monasterio recientemente consagrado o dádivas a los pobres.En el siglo XII, la práctica recibe una primera definición jurídica por medio de los decretos pontificales donde se establece una clara distinción entre la absolución (reservada a Dios) y la indulgencia, que permite la reconciliación con la Iglesia.Se aplicaba solo a las personas que, según la fórmula utilizada, eran "vere penitentibus et confessis", esto es «verdaderamente arrepentidos y confesados».Pero en contrapartida, a partir de ese momento, la indulgencia se transformó en un arma de la política pontifical: la indulgencia plenaria apareció hacia la mitad del siglo XI, donde se utiliza para apoyar acciones y políticas reputadas convenientes, tales como la reconquista española.Lutero acusa así a la Iglesia de instrumentalizar el miedo al infierno.Totalmente desconectadas del contexto que las vio nacer, las mismas conservan ciertamente un interés teológico e histórico.
Indulgencia del siglo XVIII concedida por el papa Clemente XIII .