Enfrente también se halla la plazoleta de Santo Domingo que en su centro esta una pila que se ubicó primero en el Parque Caldas hasta 1910, pasando después a Timbío y posteriormente trasladándola aquí.
[3] Se pudo finalizar una bella iglesia techada y cimentada en las normal estrictas del colonial español en 1683, este lugar contaba entre varios inmuebles valiosos, un retablo dedicado a Nuestra Señora del Topo datado de 1728 y realizado en óleo por la escuela de Luis de Morales, ''El Divino''.
En la parte superior del monumento, esta un cuadro de San Sebastián (Santo patrono del convento adyacente) siendo ejecutado a flechazos, se dice que esta obra en óleo es toda de madera de cedro y fue trabajada por el ebanista Camilo Guevara, a los lados al cuadro están las cuatro virtudes cardinales (Fortaleza, Templanza, Prudencia y Justicia), encima del mártir, hay también dos ángeles en pleno vuelo.
En la parte central a nivel inferior, esta el sagrario que custodia las santas ostias consagradas, es una hermosa pieza plateresca con frontón y una pequeña cúpula coronándolo.
La virgen tiene cabellos rizados con mantilla de encaje, en un derecha levanta el rosario y en la izquierda sostiene al niño Jesús que por desgracia se le amputó su brazo derecho, ella cuenta con un vestido dorado tallado y una capa de terciopelo, a sus pies esta una media luna y enmarcándola está un resplandor con rayos en plata que se utiliza en el paso de la virgen de la soledad.
El diseño, ejecución y dirección estuvieron a cargo del ilustre arquitecto y prelado don Marcelino Pérez de Arroyo y Valencia (vecino del convento, ya que tenía su residencia enfrente) no siguió las normas de esa época que era el barroco, implemento sus ideas y visión de un nuevo estilo que estaba siendo muy popular en la Europa de fines del siglo XVIII, el neoclásico.
El retablo en madera, a pesar de no estar bañado en laminillas de oro como los demás que tiene la iglesia, hay que resaltarle su impecable tallado y calidad de la mano de obra que trabajo en el, tiene un altar para celebrar una misa tradicional o tridentina, algo diferente a la actual por los cambios efectuados por el Concilio Vaticano II, siendo este un elemento muy común en todos los retablos que tienen todos los templos coloniales del centro.
En el lado sur de la capilla se sitúa la gran imagen del Santo Cristo del Descendimiento, escultura en madera hecha por el hábil maestro escultor don Alcides Montesdeoca en Ibarra, Ecuador.
Un arco sirve como marco para la hornacina que su pared posterior tiene motivos romboidales con centro circular, con todo habiendo sido debidamente dorado denotando la riqueza de sus mecenas, las familias ricas del sector y la feligresía.
Con la tradición que una dolorosa cerrara todos los desfiles procesionales durante los días santos, la virgen de la soledad fue incluida en el Viernes Santo para que acompañe al Cristo Yacente.
En el centro esta un arco abocinado que sirve de hornacina para la advocación a quien se le rinde culto en este espacio y flanqueando este sitio hay 3 nichos a cada lado para el resguardo de imágenes más pequeñas (tales como ángeles o santos).
Siendo el tercero que se encuentra en el lado norte, este majestuoso retablo, es sin duda la pieza más hermosa y elaborada que se ubica a en las naves periféricas de Santo Domingo, destaca por no poseer más color que el dorado, esta bañado en su totalidad por láminas de pan de oro, en la primera parte inferior esta el tradicional altar, que se usaba en antaño para celebrar la misa tradicional, cuando eran grupos pequeños de feligreses, liturgias especiales o para celebrar una fiesta patronal de santo a quien se le estaba dedicado el sitio.
Tiene el arco central flanqueado por cuatro columnas salomónicas enroscadas con racimos de uvas a lo largo de su fuste con sus respectivas bases y capiteles, que son muy particulares al estar compuestos por hojas de acanto pero distribuidas en forma semejante al orden palmiforme y no tanto al corintio.
El arquitrabe se divide en tres secciones, la central y la que están sustentadas en los pilares enroscados que a lo lardo de su fuste se hayan engarzadas vides y racimos de uvas rememorando el papel del vino en la pasión de nuestro señor Jesucristo al simbolizar la sangre que se derramaría en su sacrificio y que fue bebida por él y sus discípulos durante la última cena.
Lo cierto es que aquí ya no se usan las típicas columnas salomónicas enroscadas que son típicas en el barroco del Nuevo Mundo y europeo para sostener el arquitrabe.
Sobre sus cabezas surge un capitel con forma de palma que da pie al friso.
Todos los elementos antes mencionados fueron donados por la Familia Ayerbe González a mediados del siglo XX.
Pero no fue sino hasta ya hacia la mitad del siglo XX, cuando llega a Santo Domingo la efigie de Cristo Yacente que fue tallada por el maestro José Ascencio Lamiel, inspirado por el que hizo Gregorio Fernández en 1627 y que actualmente se encuentra en el Museo Nacional de Escultura de Valladolid.
El friso que se levanta sobre lo alto del retablo tiene la peculiaridad de no estar subdividido en 3 porciones, como lo es habitual (la parte del centro y sobre las columnas), aquí en cambio en la parte del nicho principal sobresale una parte del arquitrabe a similitud de un dosel, lo que podría significar jerarquía y estatus de la imagen a la que se le rinde culto en ese espacio.
Contiene un pequeño sagrario de forma poligonal y que en el se guardaban las sagradas ostias consagradas, pero que dejó se ser usado cuando las misas pasaron a ser celebradas solamente en el altar mayor.
El friso pese a ser bastante común como los demás retablos, no deja de darle imponencia al monumento, sobre este se alza el colofón que consta de una cornisa que tiene un decorado en forma semicircular sustentándolo, ornamentación descrita por el historiador Diego Castrillón como '' un remate decorado con roleos de vid y pájaros (...) columnas del conocido tipo berninesco y en los flancos aparece el roleo de costumbre con la máscara humana.''
La imagen que se conserva en el retablo fue traída desde España en el siglo XVIII como muchas otras tallas y ornamentos fue doña Asunción de Tenorio y Arboleda la que hizo esto posible.
En el frente del sotabanco hay un bello relieve dos haces de hojas de acanto con sus ramas que se entrelazan en el medio y se unen por medio una flor que muestra cinco pétalos.
La arcada inferior está separada entre sí por sendas columnas salomónicas de fuste enroscado que ascienden hasta sostener su capitel corintio, en el caso de las dos que flanquean al cuerpo central, son basamento a su vez de otras pilastras de menor tamaño, que rodean a la única hornacina que sirve como sitio para rendirle culto a algún santo o advocación de Cristo o Santa María, sin embargo, esta espacio esta actualmente vacío y no esta dedicado a alguna devoción.
Se piensa que pudo haber tenido un remate con la imagen de un santo como en San Agustín, pero desapareció en un tiempo inespecífico.
Procesión del Santo Entierro de Cristo,[14] inicia y termina en este Claustro.