Tras una formación inicial en Valencia se trasladó en 1522 a Lovaina donde tuvo como tutor a otro valenciano, Luis Vives, que gozaba ya de una gran reputación como intelectual y que poseía una extensa red de relaciones con otros humanistas y también en el ámbito político, incluida la Corte de Carlos I.
[3] Otros intelectuales que destacaron sus amplios conocimientos en las lenguas clásicas fueron Nicolás Grudio, Jacobo Sadoleto, Andreas Schott o Arias Montano.
El propio Vives le aconsejó que huyera de las adulaciones y la fama y que no se posicionara en cuestiones comprometidas, especialmente en el ámbito religioso.
[4] Recordemos que estamos en un momento en el que las obras de Erasmo acababan de prohibirse en la propia Lovaina y en toda Europa había un fuerte enfrentamiento entre los erasmistas y sus detractores.
También entendía que un concilio era el único camino para la renovación espiritual del mundo católico.
Su estancia en la Corte y su participación en los viajes reales por los territorios europeos le permitieron participar en reuniones literarias, discusiones científicas y mantener correspondencia con múltiples humanistas entre ellos: Ginés de Sepúlveda, Alejo Venegas, Nicolás Grudio, Juan Poggio o Marcelo Cervino.
Trató de hacer de él un príncipe cristiano, instruyéndole en Gramática, la Filología, la Retórica, leyendo los clásicos, a la vez que formarlo para actuar con arreglo a la sabiduría y la rectitud.
Pero tampoco esto solucionó los problemas y carencias que presentaba el príncipe.
A lo largo del tiempo se le han atribuido un vocabulario valencia-castellano, un tratado de escribir cartas y unos discursos políticos, pero sin pruebas que lo avalen.