La farmacia en España sigue en paralelo una evolución similar a la del resto de los países europeos.
Con una estrecha relación con la medicina, con la que llegó a compartir colegios profesionales entre los siglos XIX y XX.
[1] Los farmacéuticos en la primera mitad del siglo XX, que enseñaban Farmacia en las facultades, solían tener dobles licenciaturas: Farmacia-Ciencias Naturales (botánica), Farmacia-Ciencias Químicas (esta era la más frecuente por el alto contenido de materias comunes) aunque también había farmacéuticos dedicados a la galénica.
Desde finales del siglo XIX el farmacéutico avanzado tiene detrás del mostrador, no una rebotica amable y acogedora, capaz de albergar agradables tertulias más o menos científicas, sino un auténtico laboratorio químico-farmacéutico donde puede con toda solvencia preparar nuevos medicamentos.
[2] Los farmacéuticos españoles no se interesaron demasiado, durante la primera mitad del siglo XX, por disciplinas como la farmacología experimental, que de hecho era incipiente en aquella época.
Varios médicos farmacólogos brillantes se tuvieron que exiliar a otros países (Estados Unidos, México, etc).
No obstante, durante la década de los 60 algunos farmacéuticos ya se habían especializado en farmacología (destacan Joaquín del Río o Francisco Zaragozá, entre otros) que han desarrollado fructíferas carreras científicas en instituciones vinculadas al CSIC o a la universidad en el área de la farmacología.
Hacia finales del s. XX varios farmacéuticos despuntan en áreas relacionadas como la bioquímica y biología molecular (Joan Massagué, Julio Rodríguez Villanueva), la microbiología (Rafael Sentandreu, César Nombela), la biología celular y molecular (Juan Carlos Izpisúa, José Ramón Naranjo), la farmacología experimental (Fernando Gago, Julio Cortijo, Eva Delpón) entre muchos otros y en la política sanitaria (Federico Mayor Zaragoza).
Ello ha llegado a evidenciar una desproporción enorme entre la capacitación y formación científica del farmacéutico en relación con su actividad oficinal.
La industria farmacéutica española, a finales del s. XIX y principios del s. XX probablemente debido a la decadencia económica y social no pudo recuperar el terreno perdido que otros países habían ganado (Francia, Alemania, Inglaterra) con el desarrollo de una potente industria farmacéutica.
Durante la época franquista España era un mercado con muchas posibilidades de expansión para la industria farmacéutica internacional y nacional pero el nacionalismo imperante propugnó una expropiación, en los años 50, de las grandes multinacionales alemanas existentes en el país antes la guerra civil.
Esta estrategia no dio resultado científico ni empresarial, salvo el impulso académico del IEF en el ámbito de la fisiología.