A la llegada de los españoles, en el siglo XVI, la península estaba dividida en 16 pequeñas entidades, llamadas en maya cuchcabal y mencionadas como “provincias” por los europeos.
Las regiones de los Chenes y la selva campechana quedan como zonas rurales, donde los pueblos indígenas eran sometidos a encomenderos españoles.
Muchos asentamientos prehispánicos desaparecieron como tales, otros sobrevivieron y acrecentaron su población con los reubicados, dando paso a un nuevo orden geopolítico en función de la economía colonizadora.
Sin embargo, la sociedad ya no fue la misma que al principio, ahora se encontraban en ella tanto curas, hacendados, comerciantes, intelectuales y antiguos liberales.
Esa declaración fue aceptada por unanimidad en Yucatán, ya que tanto liberales como conservadores se hallaban totalmente inconformes con el gobierno español.
En Yucatán, en donde ya existía la influencia centralista, se llevaron a cabo los cambios pertinentes, acordes con la nueva Constitución, quedando el Estado convertido en departamento, y su Congreso, en Junta Departamental.
La rebelión avanzó sobre Valladolid, Espita, Izamal y, finalmente, Mérida, ciudades en donde habían hallado prosélitos de todas las clases sociales, incluso, entre los militares.
Por ello, Yucatán proclamó su separación provisional del país, en tanto no se impusiera, para toda la República, el régimen federal.
Esta rebelión, fue secundada en Veracruz por Antonio López de Santa Anna, quien tomó, provisionalmente, el poder en octubre del mismo año.
Santa Anna, no tuvo otra opción que negociar con los triunfadores regionales la forma de cómo el estado se reincorporaría a la nación.
Así, aunque la península tuvo que sacrificar su posición política federalista, logró rescatar su situación interior y hacer valer su independencia, en cuanto a su organización administrativa local.
Ante los cambios del poder ejecutivo nacional, los yucatecos siguieron gestionando la disolución de la ley impuesta por Santa Anna, pero no lograron obtener la respuesta deseada.
Los mendecistas no aceptaron incorporarse a México, debido al gran caos político existente y porque esta situación sería muy desfavorable con una guerra encima.
Para enero de 1847, la milicia campechana demostraba ya su superioridad sobre la yucateca, y Barbachano no tardó en comprender que su causa estaba perdida.
Sin embargo, estos acuerdos no tuvieron efecto, por ser desconocidos tanto en Mérida como por Cecilio Chi, quien continuó su ofensiva sobre la región de Valladolid.
Barrera tomó por asalto Hopelchén, donde el jefe rebelde, Juan de Dios May, había establecido su cuartel; a continuación ocupó Bolonchenticul.
El comandante Cadenas ordenó que saliera una columna a cargo del coronel José Dolores Baledón, para hacerle frente al enemigo.
Sin embargo, a Ibarra le preocupaba el peso cada vez mayor que iba cobrando la casa competidora de Ferrer.
Por otro lado, para reforzar el avance de la milicia oficial hacia Campeche, la tropa destacada en Tekax abandonó temporalmente la población, que fue atacada y saqueada por los mayas.
En una primera reunión no se obtuvo ningún acuerdo, además de que la comisión campechana sufrió un cambio, al ser sustituido José García Poblaciones por don Rafael Carvajal.
Estas luchas preocupaban profundamente al gobierno campechano, pues estaba claro que ciertos sectores yucatecos no habían quedado satisfechos con la separación de Campeche.
Sin embargo, este aún tendría que enfrentar nuevos problemas, pues Lorenzo Vargas se rebeló en Cenotillo y lo mismo hizo Andrés Cepeda Peraza, en Motul.
Poco después el gobernador campechano acusó a Baranda de colaborar con Barrera lo cual generó un clima aún más tenso en la política peninsular.
Ese mismo mes llegó a Campeche la noticia de que el puerto del Carmen había sido ocupado por tropas francesas.
Sin embargo, Navarrete logró tomar la ciudadela de San Benito, en Mérida, y el gobernador yucateco tuvo que abandonar la entidad, para refugiarse en Campeche.
Fuerzas comandadas por Pedro Celestino Brito y Vicente Román Chambró, tomaron Champotón, cuya población se unió a su movimiento republicano; pero este fue rápidamente sofocado por las tropas imperiales.
Además había terminado la guerra civil norteamericana y los Estados ya fortalecidos, presionaban a Francia, en contra de la intervención en México.
Ahí, el gobernador tabasqueño, Gregorio Méndez, puso a las órdenes de García un destacamento militar, jefaturado por Pedro Celestino Brito, proporcionándole parque suficiente para asediar Campeche.
Baranda aceptó la gubernatura, pero en 1885, pidió al Congreso campechano y obtuvo licencia indefinida de su cargo, quedando como interino Juan Montalvo.
Por otra parte, el henequén, a pesar de que se incrementó su cultivo, no logró ser dominante en la economía campechana.