No es improbable que allí fuese un pupilo de Proeresio, en cuyo rival se convertiría más tarde.
[2] Más tarde viajó, según la costumbre de los sofistas de la época, a varias parte del Este: visitó así Constantinopla, Nicomedia, Lacedemón, Tesalónica, Filipos y otros lugares, y en algunos permaneció cierto tiempo, dando sus discursos.
Vivió hasta una edad avanzada, pero sus últimos años no estuvieron libres de calamidades, pues perdió a su único hijo, Rufino, y quedó ciego durante la última parte de su vida.
Cinco oraciones habían sido publicadas antes, una por Fabricius,[8] otra por Majus (Giessen, 1719), y otros tres por el mismo Majus (Halle, 1720),[9] cuando G. C. Harles editó una oración (la séptima según este orden), como espécimen y precursora de las demás, con un comentario de G. Wernsdorf (Erlangen, 1784).
Éste preparó entonces una colección completa con todas las obras conservadas de Himerio, con comentario e introducción, que apareció publicada en Gotinga (1790).