El Hs 129 vio poca acción durante su período en servicio, debido a la escasa cantidad de ejemplares.
Durante los años 20 y 30, el uso de los aviones se centraba en el bombardeo estratégico e interceptación, papeles en los que les resultaba más fácil defenderse.
Para atacar blancos en tierra de alto interés, se prefería el bombardero en picado.
La experiencia alemana con la Legión Cóndor durante la guerra civil española cambió esta idea.
Aunque estuvo armada con aviones generalmente inadecuados, como el Henschel Hs 123 y versiones armadas con cañones del Heinkel He 112, su armamento de gran alcance, y la audacia de sus pilotos, demostró que los aviones podían ser efectivos, incluso sin bombas.
Puesto que el mayor peligro para estos aviones, provendría de los disparos de fusiles y ametralladoras desde tierra, los aviones, estarían pesadamente blindados en torno a la cabina y a los motores.
Como se esperaba del avión que atacara a objetivos volando a bajo nivel, la cabina, hubo de colocarse tan cerca del morro como fue posible para poder ver la tierra.
Incluso antes que los A-1 fueran entregados, el avión, fue rediseñado con el potente motor radial Gnome-Rhône 14M 4/5, el cual, había sido capturado en cantidades tras la Batalla de Francia.
Los aviones A-1 fueron transformados en la versión Hs 129 B-0' para la realización de pruebas (algunas fuentes los colocan como vendidos a Rumanía) y los pilotos se mostraron satisfechos con los cambios, aunque seguían mostrándose disconformes con respecto a la visibilidad desde la cabina, por lo que se le diseñó una nueva cubierta con un único parabrisas frontal de mayor tamaño que les daba un mayor campo de visión.
Estos cañones, montados bajo las alas del Ju 87, demostró ser un arma temible.
El sistema resultante podía eliminar a cualquier tanque existente en aquel momento, pero el peso añadido, empeoró las cualidades de vuelo, haciendo que el avión fuera dudosamente fiable en la nueva versión Hs 129 B-3.