Guerra de don Ladislao

De hecho, el ministro Errázuriz alegó que Perú y Bolivia proyectaban una ofensiva militar a gran escala contra Chile a fin de recuperar los territorios perdidos en la Guerra del Pacífico, aprovechando que pocos meses antes el gobierno boliviano había presentado a la Sociedad de Naciones un reclamo por su mediterraneidad.

Muchos jóvenes chilenos, especialmente aquellos pertenecientes a las ligas patrióticas y al Partido Conservador, acudieron en masa a inscribirse en los cuarteles —uno de ellos fue Alberto Hurtado, quien décadas más tarde fue declarado santo por la Iglesia católica—.

[3]​[1]​ La prensa creó un clima de guerra y quien hacía cuestionamientos era llamado «vendido al oro del Perú».

Los sindicatos obreros también se resistieron a creer las informaciones del gobierno, especialmente por la veloz y desordenada movilización de tropas de la capital, precisamente en momentos cuando el ambiente político chileno estaba más caldeado.

Especialmente ofensivo fue un cartel colocado por las turbas conservadoras en la sede de la FECh en Santiago que rezaba «Se vende esta casa.

[4]​ Paulatinamente, la farsa del ministro Errázuriz quedó al descubierto, con el consiguiente descontento popular.

[5]​ La Guerra de don Ladislao dividió y presionó aún más al país cuando los candidatos Alessandri y Barros Borgoño tenían un empate exacto en las elecciones, lo cual polarizó más todavía el debate político.

Fotografía del presidente Arturo Alessandri, durante su primer periodo.