Este nombre fue históricamente el más usado comúnmente en Estados Unidos, pero los filipinos y un número considerable de historiadores estadounidenses se refiere a estas hostilidades como la guerra filipino-estadounidense, y en 1999 la Biblioteca del Congreso estadounidense reclasificó sus referencias para usar este término.
Otros grupos, como el moro Musulmán del sur de Filipinas y el casicatólico Pulahan, continuaron las hostilidades en zonas remotas.
[4] La guerra causó la muerte de al menos 200.000 civiles filipinos, la mayoría por hambruna y enfermedades como el cólera.
[8] Durante el conflicto, ambos bandos cometieron atrocidades,[9] como torturas, mutilaciones y ejecuciones.
El presidente estadounidense McKinley había declarado públicamente que la anexión Filipinas, «habría sido, de acuerdo a nuestro código moral, una agresión criminal».
El 14 de agosto, una tropa formada por 11 000 soldados fue enviada a ocupar las islas.
Más tarde organizó un congreso en Malolos, Bulacán, para redactar una constitución.
El presidente estadounidense William McKinley más tarde diría a los reporteros «que los insurgentes habían atacado Manila» para así justificar la guerra en Filipinas.
En junio de 1900, Galicano Apacible, el primer embajador de Filipinas en los Estados Unidos, que había huido a la ciudad de Toronto (Canadá) el año anterior para evitar la posible detención por las autoridades estadounidenses,[18] escribió en inglés una apasionada carta al pueblo estadounidense, exhortándolo a detener la agresión contra su país.
[30] Tras la derrota, Filipinas se convirtió en una colonia de Estados Unidos, que impulsó su cultura e idioma en las islas.
Sin embargo, es precisamente el ocupante quien implementa un régimen tributario regresivo que favorece la concentración de grandes dominios, los actuales latifundios.