Grandmont fue una orden religiosa católica eremítica, fundada en Lemosín por Esteban de Muret en 1076,[1] y disuelta en 1772.
Practican trabajos manuales, el cultivo justo para la subsistencia, sin regla dada, en sus claustros, lejos del mundo.
Las primeras comunidades reúnen en un estricto espíritu de igualdad dos categorías muy diferentes.
Con el tiempo, el escapulario y la capucha dejaron paso al roquete como los canónigos regulares.
Para dar plena disponibilidad del tiempo a los clérigos, la actividad administrativa y la autoridad en estos asuntos recaía en los conversos.
Entre los hermanos laicos era habitual que hubiese miembros de la pequeña nobleza, que ya estaban habituados a la administración de tierras y asuntos domésticos.
Poco a poco se fue delegando completamente toda la gestión a los laicos, cuando en las otras órdenes pasaba al revés, donde los laicos trabajaban bajo las directrices de los clérigos.
Fueron acusados los laicos de querer reglamentar también lo tocante a lo espiritual, por lo que finalmente acabaron perdiendo su poder ante los clérigos.
A estos últimos, la regla les pareció demasiado austera y consiguieron que los papas la suavizaran.
La orden se extiende rápidamente contando con numerosos monasterios, la mayoría en Aquitania, Anjou y Normandía.