La campaña de represión desatada en la Unión Soviética fue crucial para consolidar en el poder a Iósif Stalin.
La gran mayoría de estas detenciones fueron llevadas a cabo por el Comisariado del Pueblo para asuntos internos, también conocido como el NKVD.
Vyshinski mostró un amplio empleo de lo que la tradición clásica llamaba Confessio est regina probationum ("la confesión del acusado es la prueba reina").
En el primer juicio, llevado a cabo en agosto de 1936, fueron acusados dieciséis presuntos miembros del llamado «Centro Terrorista Trotski-Zinóviev», cuyos supuestos líderes eran Grigori Zinóviev y Lev Kámenev, dos prominentes miembros del Partido.
[4] Trece fueron sentenciados a muerte y fueron fusilados, mientras que el resto fueron enviados al Gulag, donde no sobrevivieron mucho tiempo.
También se desarrolló un juicio militar secreto en junio de 1937, donde varios generales del Ejército Rojo, como Mijaíl Tujachevski, fueron sentenciados y ejecutados.
De esta manera se provocaba el colapso nervioso del acusado, que finalmente cedía.
En otros casos, a militantes endurecidos en la persecución zarista (y poco impresionables con la tortura) se les convenció de aceptar la humillante confesión pública insistiendo que este paso era necesario para que la URSS subsistiera y que la nueva situación les obligaba a aceptar la dictadura de Stalin como "un mal necesario" al cual deberían someterse por el bien del comunismo; estos acusados, no obstante, también eran ejecutados invariablemente después de su confesión pública.
No obstante, el embajador de Estados Unidos en Moscú J. E. Davies afirmó que los juicios eran completamente legales y los cargos eran reales.
Además, en los juicios, las cartas no fueron utilizadas como evidencia, sino las confesiones de los militares.
Esta purga dentro del Ejército Rojo eliminó a comandantes con experiencia, siendo reemplazados por oficiales leales políticamente pero de capacidad militar dudosa.
De los seis miembros del Politburó original, solo Stalin sobrevivió, cuatro fueron ejecutados y Trotski fue asesinado en su exilio en México en 1940.
Los que, desobedeciendo las órdenes recibidas, decidieron resistirse a acudir voluntariamente al matadero fueron perseguidos con saña por escuadrones especiales de asesinos del NKVD especialmente encargados de ejecutar en el extranjero a estos desertores, misión que normalmente culminaban con éxito, siendo ayudados en estas acciones por los aparatos locales del Partido Comunista del país donde se había refugiado el purgado perseguido.
En 1938, Stalin y su camarilla ya se habían dado cuenta de que las purgas estaban descontroladas.
Sin embargo, las persecuciones a pequeña escala no se detuvieron hasta la muerte de Stalin en 1953.
En Occidente se empezó a conocer la verdadera extensión de la Gran Purga cuando exprisioneros del Gulag lograron escapar hacia estos países.
La reformadora social Beatrice Webb y su esposo Sidney se cuentan entre los negadores de las purgas estalinistas.