El pan era a veces humedecido con vino e ingerido con aceitunas, queso, galletas o uvas.
El tipo más simple estaba hecho con farro, agua, sal y grasa.
El tipo más sofisticado era hecho con aceite de oliva, acompañado con verduras cuando era posible.
La creciente riqueza condujo a comidas aún más grandes y sofisticadas.
El valor nutricional no era considerado importante: al contrario, los gourmets preferían la comida con bajo contenido de energía y nutrientes.
La comida que se podía digerir fácilmente y los estimulantes diuréticos tenían gran importancia.
Todas las cabezas estaban orientadas hacia el centro de la mesa, con los codos izquierdos sobre un cojín y los pies fuera del sillón.
Muchas casas en Pompeya tenían sillones de piedra en un sitio particular en el jardín solamente para ese objetivo.
Durante una cena para invitados, músicos, acróbatas, poetas o bailarines interpretaban, y la conversación jugaba un papel importante.
Tras el plato fuerte, durante una pausa, se hacía una ofrenda a los Lares, los espíritus de la casa.
Esta ofrenda normalmente consistía de carne, pastel y vino.
Las almejas y ostras, las cuales eran originalmente postres, pasaron a ser entradas.
Los pasteles, hechos de trigo y generalmente bañados en miel, tenían un papel importante.
Otra receta contiene —aparte del vino— agua de mar, colofonia y brea.