Gabriel Orozco

[1]​ Durante los últimos dieciséis años, Orozco también ha producido obra en el medio pictórico.

Fue entonces cuando sus instructores lo introdujeron a una amplia gama de artistas de la posguerra que trabajaban en formatos no tradicionales,[2]​ entre los que se encontraba el grupo MatC (Man at the Crossroads).

En 1987 Orozco regresó de sus estudios en Madrid a la Ciudad de México en donde organizó reuniones semanales en su casa con un grupo conformado por otros artistas como Damián Ortega, Gabriel Kuri, Abraham Cruzvillegas y el Dr. Lakra.

Este grupo se reunió una vez por semana durante cinco años y con el tiempo la casa del artista se convirtió en un lugar en el que muchos proyectos artísticos y culturales tomaron forma.

Perro durmiendo, 1990 Orozco comenzó a trabajar con la fotografía alrededor de 1989.

La impresión inmoviliza a un perro dormido desde una perspectiva aérea sobre una gran roca.

La impresión física global que produce la imagen es sugerente del interés de Orozco por la fotografía como un medio para fundamentar la representación escultórica.

[4]​ Asimismo, la cuestionable calidad artística de la obra fue compensada y rebasada por el sustento real sobre el que se apoya, un álgido debate de discursos sobre la validez del arte contemporáneo.

Vio algunas naranjas podridas que habían sido abandonadas en el mercado cerrado y procedió a colocar una en cada mesa.

[7]​ Mis Manos son mi Corazón también se refiere al díptico realizado con las fotografías tomadas al artista con el torso desnudo, sosteniendo la obra cerca de su verdadero corazón.

La obra fue luego expuesta en una galería en donde continuó recogiendo polvo y atrayendo objetos extraños a su superficie hasta convertirlos en el punto de enfoque.

En 1993 Orozco presentó una segunda versión de Piedra que Cede en la exposición colectiva InTransit que tuvo lugar en el New Museum of Contemporary de Nueva York.

Los parámetros de la exposición se basaban en la experimentación con las limitaciones espaciales para ver el arte.

Orozco utilizó intencionalmente el automóvil francés clásico de 1950 por el estatus que tenía en la cultura popular francesa como símbolo del ingenio de la segunda posguerra mundial.

Para crear la obra Orozco cortó una sección horizontal interior del automóvil, y volvió a montar las dos mitades restantes para que el coche mantuviera sus cualidades formales.

Por supuesto, físicamente es muy delgada, pero emociona lo mentalmente es mucho más grande y es inmensurable.

En mi trabajo, creo, es ese espacio el que me interesa como escultor.” Gabriel Orozco[10]​ Tapas de Yogur, 1994 Es ya es evidente en obras como La DS, Home Run, y Caja de Zapatos Vacía que Orozco presta gran atención al espacio en el que sus espectadores interactúan con su trabajo.

Papalotes negros expresa, además, ideas del memento mori y de los cráneos iconográficos vistos con frecuencia en la cultura mexicana.

A partir de un único punto en el espacio, Orozco utiliza programas de software para dibujar un círculo alrededor del punto y dividir este círculo en cuadrantes.

En las pinturas de Árboles Samurái hay un punto centrífugo a través del cual los círculos giran y rotan hacia afuera.

El artista dibujó, pintó y escribió sobre todas las superficies del papel.

De esta manera Villoro confirmó la tesis subyacente al trabajo de Orozco, que el arte contemporáneo es en realidad un hecho eminentemente literario que tiene como subproducto la obra física.

[16]​ De la misma manera, la intervención que ocurrió en la entrada del artista en una conocida enciclopedia tuvo solamente como finalidad entender el discurso que valida su obra y así insertar una visión más abstracta para entender de nuevo su papel en el mundo del arte.

Desde que era joven en la Ciudad de México Gabriel Orozco ha sido un gran admirador del fútbol (soccer).

Últimamente Orozco adoptó el deporte de lanzar bumeranes[cita requerida].

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