Solía visitar los lugares donde trabajaban los negros y cuando estos se arrepentían de haber huido, acudían a él para que intermediara para que no les aplicaran penas severas; el sacerdote jesuita solía abogar por ellos y consumía su tiempo en estas gestiones.
Tardieu afirma que Del Castillo escribió un manual o devocionario en la lengua de los negros.
Algunos de sus seguidores negros optaron por la vida religiosa en conventos y una testigo negra aseguró ver cómo unas golondrinas revoloteaban la cabeza del venerable, señal de santidad, e incluso aseguró verlo levitar en cierta ocasión.
Tras entablar amistad con Antonio Ruiz de Montoya, le pidió un método para orar eficazmente y este le redactó Silex del divino amor y rapto del ánimo en el conocimiento de la primera causa.
Al año siguiente y hasta su muerte, el padre Francisco del Castillo se encargó de esa capilla.
En esta capilla, el padre Del Castillo inició la devoción al Señor de la Agonía con oraciones y charlas espirituales en la Semana Santa de 1660 este se dilató durante 3 horas iniciándose así el sermón de Viernes Santo, actividad que se considera precursora del Sermón de las Siete Palabras, los jesuitas llevaron a Europa esta oratoria que se practica desde el siglo XVII, El Sermón de las tres horas, nació en el Perú.
En la Iglesia católica fue considerado Siervo de Dios y posteriormente como Venerable.