Tras una segunda oposición, Secanilla consiguió la plaza, gracias a su «travesura y buena colocación».
En Secanilla se ordenó sacerdote durante su estancia en Alfaro, donde creció su fama como compositor.
En 1824 obtuvo una ración entera, ya que hasta ese momento era solo medio racionero, por lo que se convirtió en canónigo y abandonó el magisterio, aunque mantuvo su implicación en los asuntos musicales.
Dejó como albacea de su testamento al maestro Martinchique.
[2] Dejó numerosos trabajos inéditos teóricos sobre armonía y composición, titulados: