Las formas sustanciales son la fuente de propiedades, orden, unidad, identidad e información sobre los objetos.
El origen del proceso de diferenciación debe buscarse en un motor primario, es decir, forma pura enteramente separada de toda materia, eterna, inmutable, operando no por su propia actividad sino por el impulso que su propia existencia absoluta excita en la materia.
La concepción aristotélica de la forma fue adoptada por los escolásticos, para quienes, sin embargo, su origen en la observación del universo físico era una idea completamente ajena.
La adaptación más notable es probablemente la de Santo Tomás de Aquino, quien distinguió el mundo espiritual con sus formas subsistentes (formae separatae) del material con sus formas inherentes que solo existen en combinación con la materia.
[6][7] En el Discurso sobre metafísica (§10): [...] la creencia en formas sustanciales tiene una cierta base de hecho, pero que estas formas no efectúan cambios en los fenómenos y no deben emplearse para la explicación de eventos particulares.