Hoy en día, continúa siendo propiedad de la misma familia, la octava generación desde su fundador.
La compañía es muy reconocida en Alemania, donde es común aprender a escribir con lápices y plumas de esta marca.
Kaspar Faber fabricó sus propios lápices en Stein y los vendió en el mercado en Núremberg a partir de 1761.
Lothar presentó un escrito al Parlamento en 1874 solicitando "la creación de una ley que proteja las marcas".
Su anciano padre, Lothar, tuvo que hacerse cargo nuevamente de la compañía hasta su muerte en 1896.
Su abuelo Lothar había estipulado en su testamento que todos sus sucesores deberían llevar el nombre Faber.
Tres años más tarde se colocó la piedra fundamental para el gran Neues Schloss (castillo nuevo), diseñado por Theodor von Kramer quien en ese entonces era el director del Bavarian Trade Museum.
Suertes similares corrieron las demás empresas en Londres, París y San Petersburgo.
El complejo de tres pisos, etéreo y aireado, fue una fábrica moderna ejemplar.
Dos años más tarde el Conde Roland pudo recuperar una participación mayoritaria en Lapis Johann Faber SA de São Carlos, la cual había sido confiscada en la Segunda Guerra Mundial.
Los aspectos ambientales están ocupando un lugar cada vez más importante en la política de la compañía.
Desde entonces se ha desarrollado de manera consistente y lógica en un proyecto modelo tanto en términos ecológicos como económicos.
Seis años más tarde la compañía estableció una planta de producción en Costa Rica para listones y lápices fabricados con madera ecológicamente certificada.
Después de solamente diez o doce años son lo suficientemente grandes como para ser talados, cuando proporcionan la materia prima compatible con el medio ambiente para la fabricación de los lápices.
Faber-Castell es la única empresa que utiliza pintura al agua ecológica para todos sus lápices de madera producidos en Europa.
El campo de Juego y Aprendizaje está pasando a ser cada vez más importante en todo el mundo.
En marzo de 2000, Faber-Castell y el sindicato IG Metall firmaron en forma conjunta un estatuto social amplio, aplicable en todo el mundo y que sigue los lineamientos de la OIT (Organización Internacional del Trabajo).
Con el nombre de Castell 9000 esta línea atrajo la atención y pronto se convirtió en un clásico.