En la carta que dirigió a sus fieles relata patéticamente las injurias, violencias y malos tratos de que se le hacía objeto.
[1] Trasladado a Capadocia y a la Tebaida superior, en Egipto, pudo conocer mejor el alma de Oriente y sus formas de vida.
A fines del 361 muere Constancio y le sucede Juliano el Apóstata; la Iglesia recobra entonces su libertad y los desterrados pueden regresar del exilio.
La lucha contra el arrianismo llenó de hecho toda su vida, pero no fue obstáculo para que fuera también el gran impulsor del monacato en Occidente.
Se le reconocen como auténticas tres cartas: una, al emperador Constancio, en la que acusa recibo de la convocatoria del sínodo y anuncia que se dirige a Milán;[2] otra, ya mencionada, a los presbíteros y pueblo de Italia; les adjunta el Exemplar libelli facti ad Patrophilum.