Las estaciones han adquirido progresivamente una importancia histórica, sociológica y estética que sobrepasa su simple función técnica.
Las estaciones ferroviarias aparecieron en el Reino Unido durante los años 1820, posteriormente se desarrollaron en Francia y finalmente en todos los países industrializados.
Y los nuevos materiales que proporcionó la revolución industrial, fueron indispensables para la construcción de las mismas.
En ocasiones la propia estación alberga el gabinete de circulación y el manejo del enclavamiento y en otras hay instalaciones gracias a un control remoto, como es el caso del Control de Tráfico Centralizado.
En algunas estaciones existen servicios para los trenes, tales como reabastecimiento de agua o de combustible, acoplamiento eléctrico para proporcionar calefacción al tren cuando no está conectado a la locomotora, estacionamiento, etc.
Los comportamientos de riesgo entre los viajeros vienen determinados en parte por su experiencia usando trenes o su edad.
Los actitudes más comunes que suponen un peligro a menudo son socialmente aceptadas, encontrándose entre ellas estar demasiado cerca del borde del andén, adoptar posturas inestables y embarcar o desembarcar de forma tardía.
Los principales riesgos existentes mientras el tren se encuentra en la estación incluyen tropezar entre el hueco y el andén, resbalones o bloqueos en las puertas.
Mientras el andén está vacío los incidentes pueden suponer caídas a las vías o golpes al estar demasiado cerca de un tren en movimiento.
[7] Dadas sus características, las estaciones se consideran igual de vulnerables que los aeropuertos.