Cementerio de San Antonio Abad (Sanlúcar de Barrameda)

Según se comprueba en las actas capitulares del Cabildo de Sanlúcar de los años 1527, 52 y 75, la ermita dio nombre al lugar, pago y arroyo limítrofes.

El uso como hospicio debió deteriorar bastante la ermita, pues en las actas capitulares de 1653, 54 y 55 se recogen acuerdos para su reparación, que no pudo efectuarse por falta de medios hasta 1658.

Por entonces se amplió el camposanto construyéndose un patio delante del que ya existía.

Ante la pretensión del gobierno local, el vicario defendió que la ermita y el terreno circundante eran propiedad del clero, como podía comprobarse en el Catastro de Ensenada, redactado a mediados del siglo XVIII, y que el cementerio había sido levantado íntegramente por la iglesia, que llevaba gobernándolo dos tercios de siglo.

El ayuntamiento insistió en su pretensión y el vicario presentó demanda ante el juez de primera instancia, quien dejó en suspenso el acuerdo de incautación del ayuntamiento hasta que dictara sentencia.

Su aspecto actual se debe a la reforma del siglo XVIII, en que se añadió el porche, la españada y otros elementos tanto estructurales como muebles.

Por ello el ayuntamiento erigió un camposanto en la huerta del Pino, a la salida del pueblo camino de Bonanza, que había sido de los frailes franciscanos.

En 1892 el ayuntamiento proyectó su construcción y al año siguiente decidió ubicarlo en Cuesta Blanca.

Sin embargo el cementerio no llegó a usarse porque, debido a las características de la tierra, los cadáveres no se pudrían, lo que se comprobó enterrando animales.

Entrada del Cementerio de San Antonio Abad de Sanlúcar de Barrameda.
Entrada del porche de la ermita, siglo XVIII .
Interior de la ermita, donde se observan los arcos formeros de ojiva, posiblemente de la reforma de 1412.
Nave central y retablo mayor de la ermita.
Cristo de las Aguas.
Espadaña de la ermita, situada a los pies del templo.