[1] Tras la rápida conquista musulmana de la península ibérica en el período 711–718, esta se constituyó como provincia dependiente del Califato Omeya.
La presencia musulmana en la península obedeció a dos factores: las rivalidades internas y el impulso expansionista islámico.
No obstante, estos siguieron representando la mayoría de al-Ándalus por lo menos hasta el siglo X.
Las disputas entre árabes y bereberes no cesaron completamente tras la proclamación del Emirato, lo que permitió la reorganización de los reinos cristianos en el norte, dando inicio a la Reconquista, alentada por la política proárabe mantenida por la dinastía omeya, lo que provocó numerosas sublevaciones protagonizadas por muladíes, que llegaron a poner en peligro la existencia misma del Emirato.
A la llegada al trono de Abderramán III en 912, la decadencia política del Emirato era un hecho obvio y consumado.