[2] Fue el emir cordobés con menor poder y prestigio, pues únicamente se reconoció su autoridad en la capital del emirato, mientras que las provincias quedaron en manos de rebeldes.
[4] Se teñía la barba para parecer barbitaheño, y el cabello de negro o caoba.
[4] Se dice que, a instigación de este, el médico de la corte utilizó una lanceta envenenada cuando iba a sangrar al emir, que falleció emponzoñado.
[6] Su gobierno se vio alterado por las constantes guerras entre tribus árabes, bereberes y muladíes.
Su poder como emir se limitó a las tierras cordobesas, pues el resto de provincias estaban gobernadas por familias rebeldes que no acataban su autoridad.
[9] Durante los últimos años de reinado, el surgimiento en el Magreb del califato fatimí supuso una nueva amenaza al emirato.
[2] Pero años más tarde, en 895, ordenó ajusticiar a al-Mutarrif al sospechar que también tramaba su caída en connivencia, esta vez, con la familia rebelde que había tomado el control de Sevilla.