[4] Este establecía que, aunque no formaran parte de la umma, comunidad islámica, quedarían protegidos, tendrían sus jueces y conservarían sus ritos.
Entre los que no pertenecían a la Umma estaban los judíos y los mozárabes (cristianos de al-Ándalus).
Hasta el siglo XI, las fronteras entre al-Ándalus y los estados cristianos del norte experimentaron pocas variaciones, aunque la lucha entre ellos fue frecuente.
Por otra parte, la naturaleza misma del poder dinástico cambió a causa de este acontecimiento, y el alcance histórico, reconocimiento y adhesión del pueblo a los califas de al-Ándalus fue inmenso.
El califato omeya desplegó grandes esfuerzos para contener lo mejor posible el avance fatimí, siguiendo en su política de alianzas con las tribus Magrawa-Zanata del Magreb occidental, hostiles a los Sanhaya del centro que sostenían el poder fatimí.
Por el norte se encontraban los reinos cristianos que seguían con sus incursiones en territorio andalusí aprovechando cualquier debilidad del emirato cordobés.
Abd al-Rahman III mandó edificar en el año 936 la ciudad palatina de Medina Azahara donde se trasladó con su gobierno y la corte.
Cuando llega al poder Al-Hakam II el Califato cordobés se encuentra consolidado tanto en el norte de la Península, con los reinos cristianos bajo vasallaje, como en el Magreb occidental, controlado por el Califato cordobés, bien mediante sus propias tropas, bien por medio de tribus aliadas o sometidas.
Al-Mansur inició una serie de campañas o algaradas que se adentraron en territorio cristiano, llegando hasta Santiago, Pamplona, etc.
Se conoce como almorávides (en árabe: المرابطون [al-murābiṭūn], y este del singular مرابط [murābiṭ], es decir, «el morabito», especie de ermitaño y soldado musulmán, 'Marabout' en francés) a unos monjes-soldados surgidos de grupos nómadas provenientes del Sáhara.
En 1144 un sufí, Ibn Qasi comenzó un movimiento antialmorávide y van apareciendo territorios musulmanes con gobiernos independientes que constituyen las llamadas segundas taifas.
Caso distinto es la Taifa de Mallorca, que siguió en manos almorávides debido a su carácter insular.