María Elena, sumida en una gran tristeza por no tener a su hijo, decide entrar en un convento y se convierte en monja.
Pasan los años, el pequeño Alberto crece y se muda con su Mamá Dolores a la capital, pues desea estudiar Medicina.
Don Rafael se marcha lleno de remordimientos y sufre un derrame cerebral al llegar a su casa.
La familia llama inmediatamente al doctor Limonta para que lo atienda; don Rafael se recupera, pero pierde el habla.
Afortunadamente, meses más tarde, don Rafael recupera el habla y le confiesa la verdad a su hija, sor Elena.