El Espíritu Santo en la literatura joánica

A fines del siglo XX, los eruditos del Nuevo Testamento habían aceptado la importancia teológica del Espíritu Santo en la literatura joánica, eclipsando las opiniones de principios de siglo que minimizaban su papel en los escritos de Juan.[1]​ En la literatura joánica se utilizan tres términos separados, a saber, el «Espíritu Santo», el «Espíritu de verdad» y el «Paráclito» (Consolador o Defensor).[3]​ 1 Juan 4:1-6 establece la separación entre el «espíritu que confiesa que Jesucristo ha venido en carne, [el espíritu] es de Dios» y aquellos que en error la rechazan, una indicación de que son espíritus malignos («el espíritu del anticristo»).La identidad del «Consolador» («Paráclito») ha sido objeto de debate entre los teólogos, quienes han propuesto múltiples teorías al respecto.[6]​ El concepto de «verdad» en los escritos joánicos se entrelaza con la declaración de Juan 16:13: el Espíritu de verdad actúa como guía que lleva a los creyentes hacia la verdad; basándose en la seguridad dada en Juan 14:26: el Paráclito facilita y confirma el recuerdo de «todo lo que Jesús había enseñado a sus discípulos», y Juan 15:26: «el Espíritu de verdad, el cual procede del Padre, él dará testimonio acerca de mí».