[1] Existen diversas teorías sobre la identidad de este discípulo, aunque la tradición lo ha identificado con el apóstol Juan.
También se encuentra al lado de Pedro durante la tercera y última aparición del Jesús resucitado ante sus discípulos en ese Evangelio (Juan 21, 20-22).
Posiblemente murió a una edad muy avanzada, pues entre sus seguidores corrió la voz que no moriría nunca (Juan 21, 23).
Entre las propuestas se cuentan: Donald A. Carson, profesor e investigador del Nuevo Testamento, sugirió: Sin embargo, una tradición que se inicia en el siglo II con San Ireneo de Lyon (Adversus Haereses II, 22, 5; Adversus Haereses III, 1, 1) y, después de él, San Agustín (Comentarios al Evangelio de Juan LXI, 4), y otros Santos Padres como San Juan Crisóstomo, San Gregorio y, más tarde, Beda identifica al «Discípulo Amado» con Juan, el discípulo del Señor.
Ireneo afirmó que consiguió su información sobre la profesión del autor Joánico del Cuarto Evangelio de Policarpio, obispo de Esmirna asesinado en 155, cuando Ireneo era un niño, atribuyéndole a aquel cercanía a Juan el Evangelista.
Sin embargo esta aseveración es incierta y es probable que Policarpio se refiriese a un líder cristiano distinto: Juan el Presbítero.
En el Evangelio según San Juan, el otro apóstol que pertenecía al círculo de predilectos de Jesús, Pedro (mencionado como tal o como “Simón Pedro”, “Simón llamado Pedro”, o “Cefas”) es mencionado 40 veces, lo que significa un número sustancialmente mayor que en los Evangelios de Mateo (26), Marcos (25) o Lucas (29).
Para esa interpretación, este autor se basó particularmente en la relación del «Discípulo Amado» con Pedro.
Sin embargo, una dificultad para considerar la figura del «Discípulo Amado» solamente como un símbolo es que los restantes personajes asociados al «Discípulo Amado» (Simón Pedro, la Madre de Jesús, y el mismo Jesús) son considerados por el autor del Evangelio como personajes históricos.
Una yuxtaposición de personajes históricos y simbólicos no tendría mucho sentido.
Lorenzen[38] señaló que se debe considerar, además de la figura histórica del «Discípulo Amado», su significado simbólico.
Según Bauckham,[39] la imagen del «Discípulo Amado» en el cuarto Evangelio presenta al autor ideal.
(2) En la segunda escena, el «Discípulo Amado» aparece junto a la cruz donde está clavado Jesús.
Un discípulo amado por Jesús sería el que sabe reconocerlo presente después de su resurrección.
(5) En la quinta escena, Pedro pregunta a Jesús qué sucederá con el «Discípulo Amado».
A través de la figura del «Discípulo Amado», el Evangelio según San Juan parece describir no solo a un personaje histórico, sino además al cristiano ideal, como aquel que: Joseph A. Ratzinger comenta en su libro “Jesús de Nazaret”[41] que el mismo Evangelio, en el relato de la pasión, afirma que uno de los soldados le traspasó a Jesús el costado con una lanza «y al punto salió sangre y agua».