La lucha entre ellos para obtener el poder y la hegemonía duró casi cincuenta años, hasta el 281 a. C., en que murió el último de los diádocos, Seleuco I Nikátor.
Ninguno de sus tres hijos llegó a reinar seriamente pues Demetrio Poliorcetes (hijo del general Monoftalmos), los arrojó del trono y reinó durante diez años.
Se diferenciaba de las otras monarquías ―la seléucida y la ptolemaica― en que el rey continuó siendo el jefe supremo del ejército y además nunca fue considerado como objeto de culto ni como un dios.
En realidad las relaciones fueron buenas hasta que Ptolomeo I Sóter de Egipto consiguió, con sus intrigas, levantar a Atenas y Esparta contra Macedonia.
Esta vía facilitó mucho el control directo sobre dicha provincia nueva de Macedonia.