[3] Mientras tanto en Cataluña el "partido austracista", con cuyos dirigentes Darmstadt mantenía contacto, iba ganando adeptos, especialmente por el rechazo a la política autoritaria y represiva emprendida por el nuevo virrey de Cataluña Francisco Antonio Fernández de Velasco y Tovar, chocando continuamente con la Conferencia de los Tres Comunes, lo que, al contrario de lo sucedido con Darmstadt, le había ganado la antipatía de los catalanes.
Pero los implicados en la sublevación fallaron y tampoco las instituciones catalanas actuaron, a pesar de sus simpatías por la causa del Archiduque, adoptando en cambio una actitud temerosa y servil ante el virrey.
"Harto de esperar una respuesta y molesto por la ambigüedad de las instituciones catalanas [que se debatían entre una admiración incuestionable hacia Darmstadt y la fidelidad debida a Felipe V, máxime cuando la amenaza de represión por parte del virrey Velasco era incontrovertible], Darmstadt bombardeó la ciudad, desconcertando a sus partidarios".
El virrey se excusó en «lo que le estrechan las Constituciones» y en la «benignidad del rey» para justificar no haber abortado a tiempo la conspiración austracista.
No pudo detener a una parte de los conjurados porque habían embarcado con Darmstadt rumbo a Lisboa –participando en la toma de Gibraltar–, donde se reunieron con el Archiduque.