Generalmente, el extremo de los tubos de órgano se martillaba hacia dentro o hacia fuera (tomando una forma ligeramente cónica) para subir o bajar ligeramente la afinación.
Por ejemplo, un pequeño diapasón de lengüeta (o «diapasón coral») británico de 1720 emitía el la (que se encuentra cinco teclas blancas a la derecha del do central del piano) a 380 Hz, mientras que los órganos que tocaba Johann Sebastian Bach en Hamburgo, Leipzig y Weimar estaban afinados con el la a 480 Hz, una diferencia de cuatro semitonos (cuatro teclas contiguas de piano).
Este fue el primer intento de estandarizar la afinación a tal escala, y fue conocido como el «diapasón normal».
Este do normalizado, que daba como resultado un la 430,54 Hz, obtuvo alguna popularidad debido a su conveniencia matemática, ya que las frecuencias de todos los do serían una potencia de 2.
Pero este estándar nunca recibió el mismo reconocimiento oficial que el la 435 Hz y su uso no se generalizó.
En 1936, una conferencia internacional recomendó que el la encima del do central se afinara a 440 Hz.
El estándar fue aceptado por la Organización Internacional de Estandarización en 1955 (y fue reafirmado por ellos en 1975) como norma ISO 16.
A pesar de esta confusión, el la 440 Hz ahora se utiliza prácticamente en todo el mundo.
En la práctica, las orquestas afinan con el la que genera el oboísta principal, en vez de hacerlo con algún dispositivo electrónico (lo cual sería más fiable), y el oboísta mismo no utiliza tal dispositivo para afinar su instrumento en primer lugar, así que todavía puede haber una ligera diferencia en la afinación exacta utilizada.
De todos modos se cree que desde mediados del siglo XXha existido una ligerísima tendencia a subir la afinación estándar, aunque ha sido casi imperceptible.
Así pues, en estos conjuntos se puede llegar a un “acuerdo” en el caso en que cualquier desafinación vaya a percibirse con claridad (como en el cuarteto de cuerda o en un conjunto vocal reducido) o bien se confía en la tolerancia del oído humano respecto a las desafinaciones, sobre todo en conjuntos grandes como la orquesta o las masas corales, donde la estadística desempeña un papel nada desdeñable en el resultado final.
Para apreciar la desafinación producida al afinar las cuerdas al aire por quintas justas o por el sistema temperado (con un afinador electrónico), podemos ver que en un violonchelo la diferencia es menor de 6 cents para la cuerda del do cuando la cuerda del la está a 220 Hz (65,406 Hz frente a 65,185 Hz).