En la actualidad se lo considera como «mártir de la medicina peruana» gracias a su sacrificio y heroica acción.
Carrión escribió personalmente su historia clínica hasta el 26 de septiembre de 1885, en que agobiado por la fiebre y la anemia grave, entró en delirio.
A su solicitud, sus compañeros siguieron escribiendo el documento clínico que había iniciado.
La verruga peruana era conocida por los incas, quienes tenían palabras para designarla.
Gracias a su sacrificio sabemos hoy que la verruga peruana y la fiebre de La Oroya son una misma patología.