Permaneció en esta hasta 1594, cuando se puso bajo la invocación de San Pablo Apóstol.Su emplazamiento corresponde a las afueras del pueblo, al igual que en sus tiempos de fundación.Primeramente, tenemos algunas fuentes primarias como la Crónica del Padre Alcalá o el manuscrito de la Biblioteca Nacional.[1] En este escrito se efectúa un repaso desde la creación del templo religioso hasta su cierre.Cabe destacar también la obra de José Manuel Espinosa Pérez en su libro titulado Cebreros, algo más que buen vino, escrito en el año 1999.En este, aparecen reflejados tanto su fundador como la advocación a la que se dedica: Desde su creación en 1573, el convento estaba preparado para albergar 12 frailes.Esto supondría para el convento un duro golpe del que no se recuperaría.Durante la conocida como Guerra de Independencia Española, la abadía sufrió importantes percances, al igual que todos los materiales y elementos que dentro se albergaban, así lo cuentan los frailes José del Corral y Fray Antonio de Aranjuez «no pudimos ajuntar antes a causa de estar los libros y demás muebles terraplenados en una cueva».En este, se muestra como habían intentado salvar algunos elementos como libros o muebles en cuevas cercanas para evitar saqueos.A pesar de todo esto, tal y como relata Pascual Madoz, para 1850 se seguía efectuando el culto público en ella.Atendiendo a su división, contaba con la iglesia, donde se procedería al culto como uno de los elementos principales.Todo esto giraría en torno a un patio interior donde habría más espacios como una librería, cocina, galería, cija, cuadra, huerto, fuente y estanque.Aparte de esta zona más religiosa, se puede apreciar el estanque que era utilizado por los frailes principalmente para regar las huertas.Hoy en día, las ruinas del convento siguen sin haber recibido la pertinente conservación ni tampoco ninguna prospección arqueológica.