Este es reconocido por ser el único convento de la ciudad con una orden femenina y por ser uno de los más grandes y mejor conservados del sitio arqueológico.
Construido a mediados del siglo XVII, posee unas dimensiones considerables, pudiendo acumular en su amplio interior más de 124,000 litros de agua.
Para que se estabilizaran las ruinas se utilizó el diseño del techo, el cual se buscaba el punto más rígido de la estructura (el centro de la nave); en la nave se encuentra un arco y de allí se sacaron dos diagonales que apuntalan los piñones de la fachada, asegurando que las ruinas no colapsen hacia adentro y unos piñones con cables que impiden que colapsen hacia fuera.
Los pisos que se encuentran son módulos de madera de bálsamo, colocados sobre arena, para que sea más fácil retirarlo durante las excavaciones arqueológicas.
En 2012, el muro noroeste del convento fue estabilizado y protegido, se rellenaron sus grietas y fisuras, y se impermeabilizó el coronamiento de este muro, preparándolo para el impacto del proyecto de reubicación de la Vía Cincuentenario.