Su estilizada portada es barroca, del siglo XVII, se abre con arco de medio punto sobre impostas enmarcado por columnas y pilastras dóricas, adornada con ínsula en la clave y rosetas en las enjutas; sobre friso con triglifos se insinúa un frontón partido que abre a un segundo piso aún más estrecho, una hornacina con pequeño arco de medio punto que, flaqueada por pilastras y escudos, acoge a San José con el Niño; sobre ella se exhibe el Escudo de la Orden, la cierra un gran frontón con óculo en el tímpano y la rematan pináculos en los vértices.
En su interior su única nave se cubre con bóveda de cañón con lunetos y, los brazos del crucero, con media naranja.
Se hizo una iglesia más bien grande para lo habitual de otras fundaciones.
Sólo las pequeñas cruces en las paredes, recuerdan que es el patio de un monasterio.
Unas escaleras que parten del patio, conducen al huerto, éste es pequeño, accidentado, pobre.
Por una parte lo limita un viejo paredón del antiguo convento que se une al muro posterior de la Iglesia.
Por la otra parte y frente a la descrita, cierran el huerto, muralla y roca que se levantan en la vertiente del terreno en qué el Monasterio está situado.
Hacía el muro posterior hay arriates y macetas; delante, tienen unas tablas plantadas de hortalizas; algunos frutales, acá y allá, y en medio de las tablas del huerto, retorcidas sus viejas ramas, surgiendo del suelo en una desconcertada dirección de su pie, inclinándose, como un anciano al peso de la edad, como buscando el convento y la Iglesia, el venerable granado qué, según tradiciones del pueblo y de la Orden carmelita, plantó con sus propias manos Santa Teresa.
[4] Al subir unas rústicas escaleras, desde la primera a la segunda meseta del huerto, se ve, abierta en la roca, la entrada a una mina por la que sale el agua que cura las fiebres.
Un cuadrito piadoso adorna, sobre la entrada al subterráneo, la rústica hornacina en que este principia.
En pasados siglos, en el Convento primero, una monja Carmelita escogió aquel punto para retiro espiritual y Dios le concedió la gracia de celestiales apariciones.
La habitación de la izquierda es, por el contrario, abundante en lo que en ella se guarda.
Posteriormente con la guerra civil española, casi todas esas reliquias fueron destruidas o se perdieron.
Los vecinos de Beas hicieron suyos aquellos restos y los guardaron celosamente, hasta poder devolverlos cuando pasó todo.
Pero cuando vino a Beas venía acompañada de siete monjas entre ellas la M. Dolores del Santísimo Sacramento,[7] que se llamaba Dolores Madoz y Rojas, hija del famoso ministro de Isabel II, Pascual Madoz.
Entrada la guerra civil española, provoca de nuevo que las monjas abandonen el convento y se instalen desapercibidas durante esos años en una casa particular.
[8] El Nazareno corrió mejor suerte, fue robada la imagen, la vendieron a un anticuario y posteriormente encontrada en Málaga, saliendo en procesión hasta hace dos décadas.
provocando esta alternancia una causa de degradación de la roca llamada termoclastia, que al dilatarse las rocas del paso del verano al invierno, se producen roturas internas.
Un jesuita, el P. Bustamante, le habló a Catalina de los Conventos que estaba fundando la M. Teresa por Castilla, y trataron por todos los medios conseguir una fundación de esa Orden en Beas.
Fueron varias las cartas que se mandaron a la M. Teresa, y una larga estancia del hermano de estas, Sancho, en Madrid, sin llegar a ser recibido por el Consejo de Órdenes, que era el que tenía potestad para dar la licencia de una nueva fundación.
Ya estaba todo resuelto, y solo quedaba aderezar la casa donde se iba a instalar el Convento.
Así, al lado de donde se iba a construir el nuevo Convento, poseía una casa un primo suyo, Francisco Godínez de Sandoval, la cual le compró, para tener más amplitud el nuevo Convento.
Su primo estaba en Madrid, retirado del servicio de Felipe II, qué, años atrás le acompañó a Inglaterra, en sus esponsales con María Tudor y posteriormente fue trasladado a Flandes.
Y así quise responder que no podía, sin decirle nada.
Habría la mayor catorce años, cuando nuestro Señor la llamó para sí.
Entrado el mes de abril de ese mismo año, llega a Beas, el P. Jerónimo Gracián, donde conoce personalmente a la Madre Teresa, e intercambian opiniones sobre la Reforma y los problemas suscitados con los Calzados.
Por tanto Gracián determina excluyendo al Nuncio Ornamento, hacer una nueva fundación en Sevilla, lo que la santa acata.