Tuvo un hermano mayor llamado Cristóbal, que después se hizo jesuita.
Un año más tarde, el P. Pedro le escribe a Ana una carta a Plasencia, hablándole de Santa Teresa y pidiéndole que le haga saber si quiere entrar en las Carmelitas.
Al año siguiente la nombra sacristana y enfermera, según la santa, para distraerla de su ensimismamiento.
Podía estar tranquila la M. Teresa al dejar Andalucía en 1576 para partir de nuevo a Castilla, sabedora de que los Conventos que se habían fundado allí, estaban en buenas manos.
Allí conocerá en abril de ese año al P. Jerónimo Gracián, que por entonces era Visitador en Andalucía.
Ana, al igual que las otras monjas, quedan impregnadas por la presencia del santo y gozan de su dirección espiritual.
Aunque no hace acto de presencia, es la que agiliza todos los trámites.
En Madrid conoce a la hija de Felipe II, Isabel Clara Eugenia, con la que traba buena amistad.
Las declaraciones continuaron y se sucedieron hasta 1642, sin que el proceso siguiera adelante.
Y en 1904, otro decreto sobre la validez del proceso apostólico, sin llegar a declarar las virtudes heroicas.
Ana fue la que, años después de muerta Teresa, recopiló toda su obra.
Los poemas de Ana no tienen mucha relevancia, pero sí sus declaraciones, escritos, actas y epistolario.
Así viajará, vivirá fuera del convento... siempre bajo el mandato divino.
sus cartas mostrarán a una mujer que sabe atender las necesidades materiales necesarias para expandir la orden.
Esa fue la razón por la que abandonó la clausura y a ella dedicará su vida.
[3] Nos ha dejado una gran cantidad de cartas y documentos aunque las cartas que le escribió la Madre Teresa a Ana de Jesús, fueron quemadas por ella, mandadas destruir por la misma Madre, en aquellos años que tenían problemas con los Calzados.