El brillante cometa (visible a plena luz del día) apareció de repente durante el festival denominado Ludi Victoriae Caesaris, para el que se había estimado el mes de septiembre (una conclusión apuntada por Edmund Halley) del año 44 a. C..
Según Suetonio, en plenas celebraciones "un cometa brilló durante siete días sucesivos, aumentando sobre la undécima hora, y se creía que podía ser el alma de César".
Marsden señala en su libro (anterior a los trabajos de Ramsey y Licht) que: "Dadas las circunstancias de un solo cronista fechado dos décadas después del acontecimiento, tendría que considerarse este asunto [es decir, la no existencia del cometa] como una posibilidad seria.
Apenas hubo acabado, cuando la gentil Venus se colocó en el centro del Senado, sin que nadie la viera, y elevó el espíritu de su César nuevamente liberado de su cuerpo, e impidiendo que desapareciera en el aire, lo llevó hacia las estrellas magníficas.
Aproximadamente veinte años pasaron, aun así, antes de que la estrella completase su transformación en un cometa.
Gurval sostiene que esta moneda fue acuñada en el tiempo del asesinato de César, y probablemente en su origen no haría referencia a su deificación.
Cuando se puso en circulación, sin embargo, habría mostrado la idea de reforzar el nuevo culto a César.
Otro conjunto de monedas hispanas muestra un cometa con ocho rayos y las palabras DIVVS IVLIVS, con el significado "Divino Julio".