Gracias a numerosos donativos entre los que cabe destacar los de los reyes Carlos III y Carlos IV, se levantó la Iglesia entre 1763 y 1791 por el hermano Gabriel Escribano, sobre la base de una planta compuesta por una nave cuadrangular adosada a una rotonda, que se coronaría con una suntuosa cúpula.Los años posteriores tampoco fueron mucho mejores debido a la convulsa situación que atravesaba España.El reloj de la torre, que aún puede apreciarse, fue instalado por orden del padre Cayetano Bellón.[6][7] Sin embargo, a diferencia de los otros edificios, no se reconstruyó, sino que se mantuvo tal y como quedó tras el incendio hasta el año 2002, en el que se aprovecharon las ruinas para construir una biblioteca y un Centro Asociado de la UNED.A título anecdótico se podría añadir que en el trascurso de la restauración aparecieron varios nichos con sus ataúdes al tirar una pared.En la actualidad, aunque fueron derribados, aún son visibles las huellas de las bovedillas que los cubrían por la entrada desde la plaza.