La construcción del Colegio de los Jesuitas en la ciudad comenzó en 1695 y finalizó en 1714,[1] junto a su iglesia (actual Iglesia de San Bartolomé), siguiendo las líneas del barroco internacional, con influencia italiana adaptada a las fórmulas de la tradición autóctona.
La obra se debe al arquitecto Pedro Monteagudo Piñeiro y Taboada.
Estos estudios estaban supervisados por una fundación creada en 1644, en cuyo patronato figuraban importantes familias nobles como los Guimarey, Mosquera, Villar, Pimentel y el marqués de Aranda.
[11] El antiguo colegio y residencia de los jesuitas tiene planta rectangular.
En el exterior, el edificio presenta una larga y sobria fachada barroca de granito con numerosas ventanas simétricas, a la que posteriormente se añadió la parte más cercana a la calle Cobián Roffignac.
Destaca la puerta adintelada de la esquina contigua a la iglesia.
En la segunda planta, otras salas están dedicadas a las colecciones de cerámica.