El castro se encuentra ubicado en un entorno natural de encinas y carrascos que cuenta con una gran importancia estratégica, en cuanto que tres de sus lados están delimitados por valles estrechos y profundos.
A poco más de dos kilómetros al norte del pueblo se halla el castro.
Desde entonces, y hasta el presente, los trabajos realizados en el castro han consistido fundamentalmente en la puesta en valor, por lo que se encuentra acondicionado para la visita.
Con frecuencia los sitúan en los momentos previos y durante la conquista romana, aliados, sobre todo, con los lusitanos.
Finalmente serán sometidos a partir de 133 a. C. aunque vuelven a ser citados tomando partido por alguno de los contendientes en las guerras civiles romanas que durante el siglo I a. C. se libran en territorio hispano.
Como consecuencia de esto las vistas por el norte son excepcionales en todas las épocas del año.
Junto a ellos, hay que sumar las 3,5 hectáreas de la necrópolis fuera del tercer recinto.
En total, lo que se conoce del yacimiento constituiría una superficie de 32,6 hectáreas.
Destaca una gran torre circular que defiende la zona sur, donde hay instalado un mirador actualmente.
Construido con piedras de gran tamaño supone una diferencia muy clara respecto a los otros dos, sobre todo el primero.
Los vetones incineraban a sus muertos guardando después las cenizas en una urna o depositándolas simplemente en un hoyo en el suelo, según la categoría social del difunto.