Además de sus cualidades como guardameta y su especialidad en parar penaltis, solía tener buena suerte, como por ejemplo, realizar atajadas casi imposibles, tiros de sus oponentes que se estrellaban en el palo y jugadas afortunadas.
[3] En 1957, Castilho se fracturó el dedo meñique de la mano izquierda.
Los médicos le dijeron que debería estar de baja durante dos meses para recuperarse de forma óptima, sin embargo, les pidió que le amputaran el dedo para regresar a la portería rápidamente.
Así ocurrió, ya que dos semanas después, volvió a jugar con el Fluminense.
Debajo de su busto, se pueden leer las siguientes palabras: «Transpirar la camiseta, derramar lágrimas y dar sangre por Fluminense, muchos lo han hecho.